
Desde que Xiomara Castro asumió la presidencia en enero de 2022, Honduras ha experimentado cambios que generan expectativas, pero también preocupaciones profundas. Su llegada marcó un giro en la historia política del país: una presidenta mujer, comprometida con combatir la corrupción y la violencia, y con la promesa de transformar un país marcado por años de impunidad y crisis socioeconómica.
En materia de seguridad, algunos indicadores parecen positivos: la tasa de homicidios según las estadísticas ha bajó de 42 por cada 100.000 habitantes en 2022 a cerca de 26 en 2024, la más baja en dos décadas, según información del secretario de Estado en el Despacho de Seguridad, Héctor Gustavo Sánchez.
Sin embargo, esta reducción no refleja la realidad, según la percepción de muchos hondureños. La criminalidad estructural, las extorsiones y la violencia en varias comunidades siguen siendo una amenaza diaria para miles de familias. Las medidas excepcionales, como el estado de excepción vigente desde diciembre de 2022, han sido útiles para controlar algunos delitos, pero también han generado tensiones sobre garantías constitucionales y derechos humanos.
La corrupción, por otro lado, sigue siendo uno de los principales talones de Aquiles del gobierno. Escándalos como el que involucra a familiares cercanos de la presidenta han ensombrecido la narrativa de transparencia que su administración intenta promover. Los sondeos recientes muestran que la ciudadanía mantiene una percepción de corrupción alta, y la calificación presidencial ronda apenas 4,1 sobre 10, reflejando desconfianza y frustración.
Otro fenómeno que refleja las dificultades estructurales del país es la migración. Aunque los flujos hacia Estados Unidos han disminuido con respecto a años anteriores, miles de hondureños siguen optando por buscar oportunidades fuera del país. La migración no solo refleja la falta de oportunidades económicas, sino también la percepción de inseguridad y la desconfianza en las instituciones.
En este contexto, los logros del gobierno en reducir homicidios o en implementar políticas sociales deben ser ponderados frente a los desafíos persistentes: corrupción, migración, inseguridad y desigualdad. La verdadera prueba del liderazgo de Xiomara Castro no estará solo en cifras, sino en su capacidad de institucionalizar cambios, fortalecer la justicia y garantizar que la ciudadanía sienta una mejora tangible en su vida diaria.
Honduras está en un punto crucial: los avances son visibles, pero la paciencia de la población es limitada. La historia juzgará si estos primeros años serán recordados como un inicio de transformación o como una oportunidad desperdiciada.
Lic. Clelia M. Rubí Bueso
Periodista
Prensa Libre Honduras






