
José Tomás Zambrano, ex-presidente de la Comisión de Seguridad.
Mario Alonso Pérez, ex-secretario del Congreso Nacional.
David Chávez Madison, ex-presidente de la Comisión de Defensa y Soberanía.
Mientras el pueblo pagaba la llamada Tasa de Seguridad, que vació los bolsillos de la gente humilde con el famoso “tasonazo”, tres diputados del Partido Nacional se daban el lujo de pedir L. 450,000.00 mensuales para cubrir su alimentación y logística de seguridad personal. Sí, ¡cuatrocientos cincuenta mil lempiras al mes solo para ellos!
¿De qué se alimentaban con tanto dinero? ¿De filetes bañados en oro? ¿De vinos de colección? ¿O será que la “logística” incluía blindarse ellos, mientras el pueblo seguía enterrando a sus hijos víctimas de la violencia?
Este es el verdadero rostro del tasonazo: no era para proteger al pueblo, era para proteger los privilegios de una casta política que se sirvió el festín más caro de Honduras con la plata del miedo y la inseguridad.
Ellos no iban al Banco Central a sudar por el trámite. Le mandaban una cartita a Juan Ramón Molina —el operador estrella de la Tasa de Seguridad— y él les firmaba como si nada, sin revisar, sin cuestionar, sin pensar.
Mientras tanto, el hondureño de a pie vivía con miedo en barrios controlados por la extorsión, con policías mal pagados, hospitales sin medicinas y escuelas cayéndose a pedazos. Pero para los tres diputados, L. 450,000.00 eran “gastos de logística y comida”.
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